La diosa Leto

(Édgar Fabián Amaya Güiza)

 El avión planeó como tenía que hacerlo, durante cinco segundos. Suspiró, y dijo, Por fin, rápidamente una sonrisa dividió su rostro en dos para aliviar la carne y el espíritu, dejando salir los fantasmas, las injurias guardadas por tanto fracaso y el maldito calor que lo estaba asando a esas horas.  

 Media hora antes, había estado buscando información  sobre cómo hacer un avión, para una tarea, porque era eso, una simple tarea de la universidad dejada por un profesor, que a lo mejor ya no tenía más ideas para planear una clase, de modo que tenía que recurrir a este tipo de juegos. Pero en el fondo no le desagradaba la idea, por más simple que fuera; le simpatizaba. Pero más que estar buscando planos para elaborar el avión, le cautivaba el hecho de estar alejado de los aburridos libros teóricos, aburridos y pesados. Sonrió por ese pensamiento que rondaba por su cabeza, desde el momento en que el profesor planteó la actividad, y que ahora cobraba mayor  ímpetu. 

Buscó sobre tipos de aviones y, claro está,  aerodinámica, pues nada sabía de este tipo de vuelo. En cuanto al otro, u otros, lo había aprendido con el parche, con la música y con la marihuana: vuelo sutil, efímero yliberador del cuerpo, la conciencia y el espíritu, medio para llegar a la supraconsciencia y al cuarto del conocimiento eterno.  Al fin llegó a una página que tenía una base completa con los diferentes tipos de aviones, de esos que se pueden armar con papel. También había unos consejos y comentarios que le ayudaron, al pobre lerdo aficionado,  a hacer del vuelo una experiencia agradable, catártica y satisfactoria, muy parecida a la otra experiencia que ayuda a soñar, y que deja como recuerdo el estómago vacío, que invita a la mesa.
Ojeó, rápidamente, la página, y su mirada se detuvo en unos garabatos que llamaban su atención, por su forma pero más por que estimulaban en él unas imágenes referentes a una mujer errante, castigada por los celos de una diosa (Hera).  Leyó la información referente al diseño y anotó una parte en una hoja, que más adelante me parafrasearía. Recuerdo que cuando me le acerque le pregunté, Qué haces, a lo que contestó, A Leto, La diosa, inquirí, Sí, me dijo en tono bromista y serio, luego añadió, Leto es de líneas estilizadas y un vuelo bellísimo y sereno[1], siguiendo el juego dije, Con razón atrajo tanto al Señor del Olimpo, los mortales tampoco estamos exentos de sus encantos, agregué. Tan pronto lo dije su rostro se iluminó, me miró y retomó su labor creativa, con mucho más cuidado, como si estuviera confeccionando  o cincelando el cuerpo de la diosa, en el blando mármol del papel...

  

Comentarios

Entradas populares