Reseña del capítulo “La metáfora y el símbolo” de Teoría de la interpretación. Discurso y excedente de sentido, de Paul Ricoeur

“La metáfora y el símbolo”
  Por Édgar Fabián Amaya Güiza


 
Paul Ricoeur, en este tercer ensayo, perteneciente al conjunto de escritos que buscan dilucidar el campo de la teoría de la interpretación,  intenta explicar la estructura de funcionamiento de la significación presente en las obras literarias por medio de la búsqueda de similitudes y diferencias entre la organización de doble sentido de la metáfora y del símbolo, sirviéndose, para tal fin, de los trabajos e ideas de Aristóteles, I.A. Richards, Max Black, Monroe Beardsley, Philip Wheelwright, Sigmund Freud, Mircea Eliade y Rudolf Otto.

En un primer momento, el autor responde a la cuestión que gira en torno a la producción de un sentido desde la ambigüedad, causada por la relación entre el sentido literal y el figurativo, presente en la metáfora, de acuerdo a Jean Cohen, Max Black y Monroe Beardsley,  por medio de la revisión que hace a las proposiciones de la retórica relacionadas más a la semántica de la palabra, considerando  los planteamientos semánticos de I.A. Richards,   llegando a considerar la figura en su totalidad, es decir, como expresión metafórica. Donde dicha incongruencia de sentidos llegaría a solucionarse por medio de un  giro metafórico (trabajo de sentido) que establecería una semejanza entre diversas realidades no percibidas por la visión ordinaria, generando, asimismo, un nuevo sentido entre ellas. Así, igualmente, establece que es esa capacidad creativa instantánea de sentido propio, presente en ella, la que hace que sea considerada intraducible y, además, con valor cognoscitivo y no un adorno.

En el segundo momento, considera que el estudio de la estructura de doble sentido en los símbolos presenta una complejidad de parte del objeto; pues este es portador de un complicado tejido entre una dimensión lingüística y una no lingüística y, además, al ser tenido en cuenta por variadas disciplinas. Por tanto, la solución al problema presentado sería tomar como base comparativa las características funcionales de la teoría de la metáfora, a partir de las cuales se considera que la oposición semántica  que ostenta éste, en la primera dimensión, se resolvería fácilmente dentro de los términos de la significación literal, es decir que para llegar a reconocer el significado figurativo es necesario, primeramente, reconocer y comprender la carga semántica expuesta en el sentido literal. Además, el proceso de semejanza que se lleva a cabo en el símbolo  es más confuso, puesto que no pretende mostrar ese parentesco percibido, sino que busca asimilar la cosa dentro de él, es decir, incorporaría de la cosa mucho más de lo que pudiera percibir hasta caracterizarla. Esa falta de claridad, según Paul Ricoeur, se debe a las mismas experiencias del hombre a partir de las cuales se crean, se presentan y se transforman estos, llegando a considerarlos carentes de autonomía, puesto que ellos solo existen en función de y por actividades que determinan su existir y su valor.  Este lazo lleva a la consideración de que, partiendo de Freud y el psicoanálisis, el símbolo sólo puede y podrá ser interpretado dentro y en virtud del círculo en el que haya surgido.  

El mundo poético, sobre el que actúa el poeta por medio de ese lenguaje, es hipotético, puesto que lo que busca es una destrucción, en sentido de visión creadora, de lo existente, partiendo desde el interior, de acuerdo con Northrop Fry, para formar un  mundo imaginario, ideal. Asimismo, el lenguaje utilizado se debate entre ser liberado, en cuanto a medio creador, y confinado, a un fin que es llevar formas de entender, sentir, ver y vivir el mundo que antes eran reprimidas. Por otro lado, y basándose en la concepción de simbolismo y hierofanía de Mircea Eliade y Rudolf Otto, el autor considera que lo sagrado se encuentra más allá de la experiencia pero puede manifestarse en los elementos, adquiriendo un carácter preverbal que estaría en contacto con el hombre dentro de esa experiencia. Por tanto, el sentido que expone el símbolo está ligado al universo conocido por una comunidad  lingüística. Esta unión es lo que el autor considera la diferencia de éste con la metáfora.

Sin embargo, todo lo anterior, aclara el autor, lleva a considerar que es posible conciliar a la metáfora y al símbolo en tres momentos: en la red engendrada y organizada por una metáfora dominante, donde se aúna el significado diverso y se genera un nuevo sentido; en la constitución jerárquica de esta, como lo puntualiza Philip Wheelwright, donde sería posible “organiza el juego metafórico en diversos niveles” (Ricoeur, 2001) y en la dimensión referencial de ésta que tiene como fundamento recrear la realidad en un nivel mítico que le permita revelar nuevas visiones, es decir que muestra a lo que se parece el mundo. Finalmente, concluye que la relación presente entre la metáfora y el símbolo se establece en las semejanzas y las diferencias que se nutren mutuamente, donde la primera constituiría la parte superficial que se nutre del sentido que reside en el segundo, mientras que éste lo sería de la parte presemántica de las experiencias humanas.  

Comentarios

Entradas populares